Wednesday, October 01, 2008

Libre de cargas? Quién?

Cada vez más me da sensación de que haber decidido ponerme a escribir es un camino de ida, y con semáforos incandescentes que me encienden deliberadamente mis seres queridos; a veces me siento como en esa peli que protagonizara Sandra Bullock que consistía en no bajar de determinada velocidad porque entonces ella, y unos cuantos más de los que era - inconscientemente y por "casualidad" responsable por un día que podía ser el último... -, corrían peligro y podían vivir o morir.

Escribir ha resultado ser, sin darme cuenta, otra de las responsabilidades que he asumido en la vida. Y por ello me debo a muchas personas que dicen, piden insistentemente que escriba, que no deje de hacerlo, que no puedo dejar de hacerlo porque resultaría una traición.
El lector tiene derechos, más derechos que los que tiene el autor, dicen... pero no hay derecho - porque no quiero asumirlo -a que utilicen palabras que resultan dardos peligrosos para el autor. Pocas veces sucede pero cuando sucede, el proceso de retroalimentación puede resultar dañino, porque las palabras son armas peligrosas. Tanto como las de fuego.

Hay palabras que no puedo escuchar, porque inconscientemente me las aplico, independientemente de que no las merezca. Algunas son: culpa, decepción, traición, desilusión...

No quiero aceptarlas porque no puedo permitírmelas. Eso me condenaría a vivir enroscada al pasado, a no tener la fuerza siquiera para ponerle la llave de contacto de arranque al día a día, cuando me incorporo de la cama y los pies todavía desnudos tocan el suelo. No puedo hacerlo. No porque esté obsesivamente apegada a la vida, aunque tampoco crea en la teoría de alguien que creció bastante cercano a mí que pensaba que pasados sus treinta y cinco años viviría una vida de "plus" porque pensaba que el destino le había sentenciado a una decena pasado el cuarto de siglo. Aunque no tenga razones ni me sobran motivos, de momento, al menos, sólo existe uno. Pero vale más que su peso en oro: 15 kilos creo yo, porque no suele tener nunca apetito y con ella la báscula pocas veces engaña.

Sencillamente... al mirar cada mañana por el espejo retrovisor soy consciente, aunque un poco dormida aún, de que me debo íntegramente a la persona maravillosa que va sentada en el asiento de atrás. Entre dormida y enfadada por las rutinas presurosas que se manchan con bigotes de leche blanca y bolitas de cereales de cola-cao está ahí y no falla nunca como "co-piloto". Tiene asumidas las funciones básicas de: ponte el cinturón, al volante las dos manos, hoy no pones la radio? mientras vamos camino del aula matinal antes de mi trabajo.

El otro día un bloggero amigo hablaba de co-pilotos en la vida. No se si para él vale que el mío vaya sentado en el asiento de atrás. Supongo que sí porque él también tiene hijos... y cargas.



Hoy he recibido una carta. De las de sello, sobre y a mano alzada. La esperaba con ansias de modo que no la leí, la devoré. El final sencillamente era maravilloso. Me decía algo así como "V, en la próxima carta que me escribas podrías ir superando lo que ya se ha quedado atrás..., háblame de sucesos nuevos aunque no me cambies los protagonistas..." Añadía algo que yo interpreté como que los sucesos duros en los periódicos manchan con letras color rojo sangre los titulares de las portadas, pero conforme pasan los días las noticias son otras...

Supongo que lo intentaré. Últimamente mis noches están llenas de libros, y extrapolándolo a un plano más literario de momento sólo leo los folios escritos por Paul Auster rodados hacia adelante. Esta mañana he aparcado un poco mal, como de costumbre, pero sólo hice una maniobra con la marcha atrás.
Supongo que venga lo que venga, mi mirada será acertada sólo si soy capaz de mirar como si de carteles indicadores azules de la autovía se tratara. Sólo se ven si se miran mientras vamos avanzando. Y eso es, de momento como siempre ha sido: Hacia delante.

1 comment:

Anonymous said...

Uno de los fundamentos en la vida es sentirse útil. Cumplir con la dura tarea de educar e intentar inculcar el sentido común en una personita que solo copia lo que ve en televisión, (todo americano), es una tarea muy dura, pero a la vez muy fructífera... con el tiempo, nosotros seremos los copilotos y será esa personita la que nos conduzca e incluso asesore a nosotros en la vida. Un beso.