Thursday, May 29, 2008

Como anillo al dedo

Anoche miraba a mi hija dormir. Como ella misma. Plácida, tierna, cansada, exhausta de un día más. Estoy seguro que ella contabiliza más días "más" que días "menos".

Me encantó una nueva "negociación", de ésas previas a la hora de dormir. Un par de cuentos y un abrazo largo, largo, largo ... del que no se quería desprender - ni yo tampoco-.
-Vamos a contar hasta diez, dijo. Y luego te vas.
- Dale, asentí.
Y estando abrazadas conté 1, 2, 3... hasta 10.
Cuando osé deshacerme de ese ovillo enredado entre mis brazos y los suyos, dijo astutamente
- Mamá, te olvidaste el "6" y el "7". Venga, cuenta otra vez.

- Que si cedí? mmmm, ¿tú qué crees?

Esta mañana venía pensando que inevitablemente nos potenciamos. Los unos a los otros. Con lo que escribimos, decimos y escuchamos.

Anoche me desperté varias veces, sobresaltada. Y de paso, me acerqué a su cuarto a ... simplemente verla dormir. Verla. Ni más ni menos que eso.

Esta mañana navegando en el post de un amigo me encontré con una canción que sintetiza esas cosas que nunca nos cansamos de hacer: Mirar a los que queremos, a esas personas con las que nos une una conexión mágica. (Bien porque son sangre de nuestra sangre, alma de nuestra alma, o pedazos de nuestro cada vez más "delicado corazón").

Son esas personas a las que ayer me refería bajo el lema de "unas cuantas miradas en las que nos proyectamos porque nos devuelven lo que verdaderamente somos".

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