Friday, November 25, 2005

un beso, un abrazo, no te vayas …

son algunas de las cosas que hace y dice nuestra hija cuando la dejamos en la guardería cada mañana. De lunes a viernes, claro.
Los findes son sagrados. Los tres juntos, en petit comité, en familia. Y luego, el plan que se tercie, o al que nos acoplemos.

Es impresionante. A ella le decimos cosas y tiene la capacidad y la habilidad de ser feliz, feliz de manera anticipada. Es como eso que siempre me encantó de Antoine de Saint-Exupéry en su Principito que decía: “si vienes por ejemplo a las 4, comenzaré a ser feliz desde las 3”.

Le decimos: "Hoy es viernes, mamá viene antes a buscarte" o bien, "hoy es viernes y luego viene el fin de semana, dos días juntitos los tres".

Hoy sin embargo la que experimentó algo extraño fui yo.

Digamos que el agridulce sabor de la ¿felicidad?
Puf! ponerlo en palabras …

Esta mañana fuimos en el autobús. Desde casita a la guarde.
Bajamos del autobús y cruzamos una avenida.
Íbamos de la mano pero en un momento me soltó, corriendo, contenta hacia la guarde. Ella solita.

No se cómo pero de pronto mi mente viajó años hacia delante. Un fast forward anticipado. Mientras la miraba escapar de mi lado, sonriendo...

De pronto recordé una conversación con amigas madres, durante el almuerzo de ayer. Decíamos que lo más duro de tener un hijo es saber que viene al mundo a través de uno, que nace de entre un hueco maravilloso que la vida hace a través de las piernas de una mujer, pero así como pasa a través del canal del parto, pasa a través de la vida.
Son apenas unos instantes, el ir y el devenir de la vida.

Esta mañana intentar asimilar lo de la comida de ayer, acaso un trocito, fue un flash rápido. Pero de sensaciones lentas.

Ella entró a la guarde, tan contenta, en modo viernes.
Yo corrí malamente al autobús que venía, me subí y me senté. Me puse a mirar por la ventanilla, y me olí la mano.
Todavía tenía su perfume a nena (porque y
a no es un bebé), sentí una especie de calor humano: un fueguito en la palma de mi mano con su nombre en el centro.
Apenas tiene dos años pero a veces siento que se me escapa de la vida, como cuando suelta la mano de la mía.

Es difícil poner en palabras eso de que la quiero mucho, tanto tanto como la trucha al trucho.

La mujer de un amigo me dijo una vez que cuando se quedó embarazada él le regaló una frase muy bonita que decía algo así como "cuando a un hij@ que acaba de nacer un padre le coge de la mano, automáticamente el hij@ le tiene cogido para toda la vida".

(Lo que ella nunca dijo fue que uno siente eso, aunque ella te la suelte ...)

2 comments:

C* said...

me emocionó mucho, me recordó a mí y a mi hija, el otro día en el sillón de mi casa. Yo le dije: Helen pls no crezcas! y mi madre (su abuela) gritó desde la cocina: - No digas pavadas, es la ley de la vida!. Para ella es etapa superada, eso está claro!

alderechoyrevessiempreyo said...

bueno ... sobre madres e hijas, ayer una compi fue de sorpresa al aeropuerto a recoger a su madre que venía de viaje a Madrid a verla. Dice que se escondió, pero su madre la descubrió. No se si es porque porque la madre conoce sus gestos repetidos - que dejan de ser sorpresa - o acaso porque aunque la madre lo tenga superado la hija creció mucho. Mide 1,80 y algo. Todos le dijimos: Mary. difícil esconder esa altura detrás de una columna ; - )